Por: John Harold Suárez Vargas
Senador de la República

La pandemia del COVID-19 ha desnudado una serie de problemas de fondo en cada uno de los sectores de nuestra sociedad, no sólo en lo económico sino en lo social y cultural. Las cifras de 88.591 contagios y desafortunadamente de 2.939 muertes a la fecha, de acuerdo con el último reporte del Ministerio de Salud, muestran que nuestro país se está acercando al pico de la epidemia.

El gobierno nacional ha tomado decisiones para ganar tiempo buscando robustecer nuestro sistema de salud y ha dispuesto ayudas sociales y económicas para lograr ese difícil equilibrio: Salud versus Economía. Pero todo ese esfuerzo realizado por un país como el nuestro, con su limitación económica, puede resultar infructuoso, por la indisciplina de muchos ciudadanos que no han entendido, o lo que es peor, no les ha importado la gravedad de la situación actual.

Es increíble cómo a mayo 30, según cifras de la Policía Nacional, se hayan impuesto más de 426.000 comparendos por no respetar las medidas de aislamiento y consumo de bebidas alcohólicas. Sólo en Bogotá entre el 24 de marzo y el 3 de junio, se impusieron 138.462 y solo 2.995 personas asistieron a cursos pedagógicos.

Casos como el ocurrido en Cali, donde se hizo una fiesta con más de 500 personas, sepelios multitudinarios, entre otros, son una muestra de la irresponsabilidad de unos pocos, que traerán consecuencias lamentables para ellos mismos y para el resto de los ciudadanos. Es triste cómo las ayudas económicas otorgadas por el gobierno para mitigar el hambre en los hogares, sean utilizadas por algunos en la compra de licor y sustancias psicoactivas. No se valora el esfuerzo titánico realizado por el personal de la salud, exponiendo su vida, sacrificando a su familia, por salvar la vida de los contagiados, muchos de los cuales pagan las consecuencias de la irresponsabilidad social.

No es posible tener un policía en cada una de las calles de nuestras ciudades vigilando que los ciudadanos cumplan las medidas de distanciamiento social y de prevención. Se pide a gritos al gobierno la apertura de sectores productivos, deportivos, educativos, no limitar la movilidad, entre otros, pero ¿cómo hemos respondido los ciudadanos a esta confianza que el Estado deposita en cada uno de nosotros? Es una pregunta que debemos hacernos. Medidas tan sencillas, como el buen uso del tapabocas, el distanciamiento social, lavado frecuente de manos, permitirán que nuestro país poco a poco regrese a la “nueva normalidad” minimizando el riesgo de contagio.

Debemos ser conscientes que el COVID-19, llegó para quedarse, y mientras no exista una vacuna, no debemos bajar la guardia en las medidas de prevención sino queremos llevar dolor y muerte a nuestros hogares.

Finalmente, y es un tema que requiere un análisis más profundo y de auto reflexión por parte de sociólogos, psicólogos y educadores: La pérdida del civismo, solidaridad, urbanidad y respeto en nuestra sociedad, especialmente por parte de muchos de nuestros jóvenes, donde hoy en día el “Yo” impera y solo se exigen derechos, pero muy pocos deberes: quieren educación gratis, pero promueven paros y protestas; quieren otro modelo de salud, pero no se cuidan, cómo en esta pandemia; quieren transporte público gratuito, pero vandalizan buses y estaciones; quieren trabajo y subsidios, pero que los impuestos los paguen las empresas. No son sólo derechos, también son deberes.

FIN