Por: John Harold Suárez Vargas,
Senador de la República.
En mi recorrido por el país dialogando y escuchando de la comunidad sus problemáticas, propuestas e inquietudes para gestionar ante el Gobierno Nacional, tuve el agrado de visitar nuevamente el departamento del Quindío.
Esta tierra habitada por descendientes de la colonización antioqueña, con 55 años de historia como departamento, es y ha sido un referente para los colombianos de pujanza y reinvención en medio de los grandes desastres naturales y económicos que la han golpeado.
En junio de 1989 se presenta una de las peores crisis cafeteras de la historia a consecuencia del rompimiento del Pacto Mundial Cafetero, lo que trajo una rebaja en los precios internacionales del grano dejando un sinnúmero de caficultores en la ruina. Muchos perdieron sus tierras, otros simplemente abandonaron sus cultivos, pero otros vieron la oportunidad de aprovechar los terrenos para sembrar otro tipo de cultivos como las frutas y ofrecer a los turistas en alquiler sus casas, naciendo así el turismo cafetero que hoy tiene un alto porcentaje de formalidad, atrayendo inversión para el establecimiento de cadenas hoteleras, y parques temáticos; también los municipios comenzaron a ser embellecidos y se lanzó una campaña de promoción de sus atractivos naturales e históricos.
Cuando se avizoraba un resurgir, vino el terremoto de 1999 que cegó la vida de 1.185 personas, destruyó a Armenia y causó graves daños en otros municipios del departamento; además cerca de 8.000 fincas cafeteras fueron destruidas total y parcialmente. Pero, admirablemente, sus gentes se levantaron en medio de las ruinas y en poco tiempo reconstruyeron sus ciudades y con gran esfuerzo sin perder la esperanza, lograron posicionar a su departamento como uno de los destinos turísticos preferidos por nacionales y extranjeros.
Ahora a pesar del golpe recibido por la pandemia y por los bloqueos del paro nacional, es de admiración el desarrollo urbanístico de su capital, el fortalecimiento de diversas industrias como las de las curtimbres, la fabricación de muebles, la siembra de aguacate hass, frutales, café, y el dinamismo del turismo.
El túnel de La Línea ha sido un factor preponderante para que las tierras del Quindío se conviertan en el lugar de retiro de muchos habitantes de las grandes ciudades, especialmente de Bogotá, que encuentran una gran calidad de vida con todas las comodidades que ofrece una ciudad, pero en contacto con la naturaleza y un clima primaveral.
Los departamentos de Quindío y Valle del Cauca deben fortalecer sus vínculos, dos departamentos vecinos con las mejores redes viales del país, deben sumar sus fortalezas para el desarrollo y creación de empleo.
El anuncio de Invías de extender la doble Calzada Calarcá – Armenia – Quimbaya, hasta Alcalá – Cartago, será una obra que permitirá una conexión directa y rápida entre los dos departamentos, por eso es necesaria retomar la conclusión de la doble calzada La Paila – La Tebaida, este último municipio posee toda la infraestructura necesaria para el trasbordo y almacenamiento de carga en su condición de puerto seco, como lo hizo hace unos años con el corredor férreo con el puerto de Buenaventura. Urge que se vuelva a reestablecer la ruta del azúcar y café como se llamó hace unos años, incluido el servicio para pasajeros.
También se requiere fortalecer sus vías rurales, en especial las que conectan a los dos departamentos, aumentando así su competitividad.
Valle del Cauca y Quindío, una alianza por el progreso de las regiones.