El famoso veredicto del Rey Salomón en la disputa de dos mujeres que se atribuían la maternidad de un niño, se evoca hasta hoy como un ejemplo duro, pero sabio y equitativo a la hora de impartir justicia. Sin embargo, muchos otros juicios que por su trascendencia cambiaron el curso de la historia, dejaron la huella de la injusticia, dictada por quienes tenían la investidura para impartirla.
Juana de Arco llevó a la victoria a los soldados galos contra los ingleses en la guerra de los 100 años, pero luego fue acusada por falsos testigos de bruja y hereje. Y aunque muchos hablaban con fervor en su defensa, murió en hoguera tras sufrir innumerables improperios devenidos de sus acusadores.
Aún si el mismo Sócrates hubiera pedido clemencia ante el jurado cuando fue acusado por Melito, igual le habrían ejecutado, porque Sócrates ya había puesto en evidencia la hipocresía del jurado, y eso nunca se lo perdonaron, por eso vieron en Melito, jefe del partido democrático, y declarado enemigo de Sócrates, la mejor arma para legalizar su ejecución.
Por eso no es de extrañar que muchas decisiones de la Justicia de hoy, aunque algunos digan que están amparadas bajo el “sello de la legalidad”, le están haciendo un daño incalculable a la democracia, y esto gracias a la aparición de personajes como Iván Cepeda, abierto patrocinador de las Farc, y enemigo declarado de Álvaro Uribe, lo que lo hace a los intereses de magistrados como Reyes o Barceló, el instrumento perfecto para sacar de la arena política al presidente Álvaro Uribe.
Muchos años lleva Cepeda visitando cárceles de Colombia y el mundo, con el fin de armar lo que ellos llaman “El gran Expediente”, que no es solo contra Uribe, sino que incluye a sus familiares y a los miembros del Centro Democrático, buscando destruirlos mediante burdos montajes judiciales. Cepeda invierte el tiempo que -se supone- debería gastar en su trabajo legislativo como Senador, en su siniestro proyecto de acabar con Uribe mediante la difamación. Pero la Corte guarda silencio, y manda a la basura cada prueba que pueda incriminarlo, incluso, amenazando mediante compulsa de copias y otros medios coercitivos, a quienes han tratado de desenmascararlo.
Son precisamente esos testigos que contactó en las cárceles, los que hoy lo denuncian. Cepeda les ofreció dinero, arreglarles mejores condiciones de prisión, y asilar a sus familias en el exterior, todo amparado por personajes poderosos del aparato de Justicia, cuyos nombres son desconocidos para la opinión pública, hasta ahora cuando comienzan a mostrar sus dientes en el caso Uribe.
Nadie que sea ajeno a la rama de la Justicia puede ofrecerle beneficios a un delincuente detenido. Aun así, Cepeda lo hace. Es tal la actitud selectiva de la Corte que ha desestimado las declaraciones de los paramilitares Gabriel Muñoz, alias “Castañeda”; Ramiro de Jesús Henao y Carlos Areiza, Juan Carlos Sierra Ramírez, alias El Tuso Sierra, y hasta el fiscal Moreno, extraditado a Estados Unidos, todos ellos con pruebas contra Cepeda, pero la Corte guarda silencio.
Ni qué decir del del testimonio del campesino Jesús Humberto Hernández del municipio de la Macarena (Meta), sepulturero del cementerio, y que en un video describió paso a paso la forma en que Cepeda Manipuló la información para acusar a Uribe de unos supuestos desaparecidos en fosas, cosa que nunca pudo ni quiso probar. Y la Corte guarda silencio.
Hoy este mismo sujeto, escudado en el carácter de víctima que le dieron sus amigos de la CSJ, sale con total desfachatez a posar de “indignado” ante la opinión pública, según él porque “Uribe me dijo Senador Farc” Como si fuera mentira que en el 2015 escribió en su cuenta de Twitter: “Alertamos a nuestras fuerzas guerrilleras de todo el país sobre la grave situación” seguido del link que lleva a la página de las Farc. O el otro trino donde se solidarizaba con el narco Santrich cuando estaba en prisión. Casualmente, fue el mismo Cepeda quien acompañó a Santrich desde su salida de la cárcel hasta el día de la fuga del terrorista.
Es tan evidente y estrecha la relación de Cepeda con las Farc, que uno de los más sanguinarios frentes de esa organización criminal lleva el nombre de su padre Manuel Cepeda. En un video tomado al interior del congreso quedó grabado cómo el Senador llama por teléfono al terrorista Iván Márquez, justo cuando se debatía el proyecto que daba nacimiento al partido Farc.
La X Conferencia de las Farc estuvo enmarcada por un homenaje en el que los criminales del Secretariado le rinden honores a Cepeda por su papel durante los diálogos en los que el gobierno de Juan Manuel Santos blindó con impunidad a cada uno de los jefes guerrilleros que están acusados de delitos de lesa humanidad.
Si hoy un ciudadano cualquiera escribe el nombre de Iván Cepeda en Google, muy seguramente va a encontrar más imágenes del Senador acompañado de líderes de las Farc, que imágenes donde aparezca con miembros de su partido o de su misma familia. ¡Hagan el ejercicio! Estamos hablando de un verdadero servidor de las Farc.
Nunca como ahora nos está acosando la anarquía. Ya basta de Melitos despreciables como Iván Cepeda, que pululan entre los callejones de la impunidad acusando a sus enemigos para destruirlos, amparados en un aparato de Justicia al que urge reformar, antes que acabe con la Democracia, allanando de paso el camino al triunfo de los miserables.
Duele ver despojado de sus derechos a Álvaro Uribe Vélez, justo a él, que ha confrontado a quienes nos sometieron durante décadas al miedo y la desesperanza, pero está siendo llevado al cadalso por míseros cortesanos que, valiéndose de Melito, pretenden socavar los derechos y libertades de millones de colombianos. Necesitamos más salomones y menos melitos.