Por: Margarita Restrepo
Cuando creíamos haberlo oído todo, conocimos la versión libre del terrorista de las Farc Carlos Antonio Lozada a quien los niños reclutados por esa organización delincuencial llamaban ‘Tornillo’.
En su declaración ante la JEP, Lozada -quien es señalado por múltiples menores por abusos sexuales- aseveró que esa guerrilla adelantaba actividades de recreación y deporte con el fin de evitar, según él, que los niños de distintas regiones cayeran en la drogadicción y el delito.
Si le entendimos bien a ‘Tornillo’, las Farc no eran una banda terrorista sino un entretenido campo de verano al que miles de infantes fueron conducidos para recibir entrenamiento en múltiples disciplinas deportivas.
¿Así o más cínicos?
En cuanto al reclutamiento forzado, una vez más pudimos oír las razones negacionistas de las Farc, alegando que fueron casos aislados, que esa organización prohibía la esclavización de niños y que, en cualquier caso, se trataba de faltas que eran castigadas con sanciones simbólicas.
Igualmente, ‘Tornillo’ se encargó de descargar buena parte de la responsabilidad de ese crimen en alias ‘Mono Jojoy’, terrorista que fue dado de baja hace bastantes años.
Vemos una vez más hacia donde van los terroristas. Un día sacan una carta sensiblera, pidiendo perdón. Al otro, niegan la comisión de actos de barbarie y ferocidad para luego concurrir ante sus “jueces” para negarlo todo, o depositar la responsabilidad sobre personas muertas.
Lo he dicho una y otra vez: las Farc vuelven a afectar a sus víctimas cuando niegan, morigeran y restan importancia a las atrocidades que cometieron.
Decir que los niños que llegaron a sus campamentos fueron, por ejemplo, llevados por sus padres, es una tremenda agresión tanto a los menores como a sus progenitores. Conozco estremecedores testimonios en los que queda plasmado el infinito dolor que padecieron quienes fueron reclutados y la tragedia que vivieron en sus respectivos hogares.
Las narraciones son extremadamente dolorosas. La llegada a sus casas de los cabecillas de las Farc y cómo seleccionaban a los niños que debían partir con ellos hacia una vida infernal.
La versión de Losada, además de mentirosa, es una burla a miles de niños que hoy reclaman justicia por las inclemencias a las que fueron sometidos. No. Ellos no estuvieron en los campamentos de las Farc practicando deportes, sino padeciendo vejámenes irrepetibles. Allí no estaban por voluntad propia o de sus padres, sino sufriendo en carne propia monstruosos actos de abuso sexual, psicológico y físico.
Las Farc no eran un campamento lúdico ni un lugar de entretenimiento. Los menores -que se cuentan por miles- que terminaron en las garras de esa banda terrorista, son unas víctimas que deben ser reparadas integralmente. Por eso, he exigido -y lo continuaré haciendo- que la JEP les otorgue el espacio y la importancia que merecen. Esas audiencias, en las que los magistrados de aquel tribunal permiten que sus procesados mientan, se burlen, minimicen y hasta ridiculicen el delito del reclutamiento forzado, son una dolorosa expresión de revictimización que no puede ser tolerada.