Por: Representante, Margarita Restrepo
“Hay que apurarse para cumplirle a la Corte con esas 39 pruebas. Estamos listos, ante la Corte y ante la opinión colombiana, porque yo he trabajado por este país con amor, con honradez. Seguramente he cometido errores, pero jamás delitos”.
Con esa enérgica frase, el presidente Álvaro Uribe reaccionó al llamado que el pasado viernes le hizo la sala de instrucción de la Corte Suprema, para que se presente el 8 de octubre, pocos días antes de las elecciones regionales, a una diligencia de indagatoria.
Esa diligencia judicial, es la manifestación de un mundo al revés. Quien debería ser sentado ante los magistrados es el senador Iván Cepeda y no el presidente Uribe, quie hace varios meses presentó una denuncia en el sentido de que Cepeda, valiéndose de su credencial de Congresista, estaba ofreciendo todo tipo de beneficios a presos de todo el país, a cambio de que “testificaran” contra él y su familia.
El complot se hizo público cuando algunas de las personas que fueron abordadas por Cepeda, acudieron a la justicia y a los medios de comunicación con el fin de poner en conocimiento las presiones que estaban recibiendo. Y el presidente Uribe, en su condición de víctima en ese montaje, de forma legítima se dio a la tarea de indagar por los pormenores del plan criminal en su contra.
En un abrir y cerrar de ojos, un exmagistrado de la Corte Suprema abiertamente enemigo del uribismo, arbitrariamente tomó la decisión de darle un giro de 180 grados al caso y convertir al exmandatario en el victimario, inventando toda suerte de hipótesis, con base en pruebas inexistentes y procedimientos ilegales, como fue la interceptación de sus comunicaciones.
En más de 20 mil llamadas y mensajes de texto que le fueron chuzados ilegalmente al presidente Uribe, no se encuentra un solo comentario que pueda ser interpretado como un acto por fuera de la ley.
La única llamada que podría ser “incriminatoria”, resultó ser una conversación sin mayor relevancia en la que con toda la perversidad, los chuzadores adulteraron su contenido, con el fin de que la transcripción de la misma, sirviera como “evidencia” de que el presidente Uribe y su interlocutor, estaban proyectando la eliminación o quema de algunas pruebas, cuando en realidad estaban refiriéndose a que se buscaba EVITAR que aquello sucediera, respecto de una denuncia por un aparente fraude electoral en el departamento del Cesar, durante las elecciones de congreso que tuvieron lugar el año pasado.
Creo firmemente en el presidente Uribe. Sus enemigos, muchos de ellos validadores embozados del terrorismo de la extrema izquierda, llevan décadas enteras buscando la forma de atajar su imparable carrera política. Han intentado todas las alternativas, empezando por el atentado personal.
Como no pudieron acabar violentamente con su vida y mucho menos derrotarlo en las batallas democráticas en las que han sido sus rivales, en un mal momento resolvieron cruzar la muy delicada línea de la fabricación de procesos judiciales, con el respaldo de un sector -minoritario por demás- de la justicia.
El presidente Uribe es un hombre forjado en las dificultades. Él no heredó nada y todo lo que tiene, fue hecho a pulso, con trabajo, disciplina y una inquebrantable convicción. Se equivocan quienes creen que el llamado a indagatoria, debilitará su espíritu de combate.
Por lo único que un juez podría proferir sentencia “condenatoria” contra el presidente Uribe, es por su amor desmedido hacia Colombia, país que le debe muchísimo a él.
No es hora de las lamentaciones, ni de los lloriqueos. Hay que afrontar los hechos con dignidad, verticalidad y entereza.
Los colombianos todos, esos mismos que hemos acompañado al presidente Uribe, quienes creemos en sus ideas y en su proyecto político, vamos a estar a su lado en este nuevo embate de sus enemigos, quienes nunca podrán salirse con la suya, pues el bien -tarde temprano- siempre se impone ante el mal y la perversidad.
Así que, convencida de que el presidente Uribe es un perseguido, hago un llamado a todo el uribismo para que redoblemos nuestro esfuerzo y reanimemos nuestro espíritu de lucha política para enfrentar esta nueva situación de la que, estoy segura, saldremos victoriosos.