Se nos ocurren harto erradas las interpretaciones que se intentan sobre la providencia de los instructores de la Corte de los Milagros contra Álvaro Uribe Vélez.
Una norma no puede interpretarse al margen del marco histórico en el que aparece. Ese fue el inmenso aporte de la escuela histórica alemana a la hermenéutica jurídica.
El auto contra Uribe no nació solo en el mundo. Es el último paso de un proceso dirigido contra la derecha colombiana, a favor de esa combinación macabra entre la corrupción más desenfrenada y el comunismo que no se rinde. El que no entienda eso, no entenderá una de las 1.554 páginas de basura que redactaron los mediocres magistrados que las escribieron para confundir, para engañar, para encubrir.
Las cosas empiezan cuando la izquierda descubre que se le escapa el país. Uribe ha derrotado todas las mafias armadas, la cocaína, el robo del Estado. Es preciso destruirlo. Esquivas las urnas, lejano el pueblo, evidentes las trampas, se encuentran los asaltantes el tesoro de un poder judicial comprometido con ellos, que roba con ellos, que muerde con ellos.
Así que manos a la obra. La tarea empezó por el más mediocre de todos los actores, y acaso el más perverso, un Maya Villazón, el peor de sus hermanos, dos de ellos paramilitares convictos y confesos, que nos sanciona por cumplir nuestro deber e impedir el asalto al erario público y el desprestigio internacional del Estado, a 15 años de inhabilidad política.
Oscar Iván Zuluaga era el Presidente del pueblo. Pues para impedirlo está un Fiscal nauseabundo que inicia infame y ridículo proceso en su contra y en contra de la cabeza visible de su campaña, Luis Alfonso Hoyos y de su mano derecha, su hijo David, la más clara promesa de la Colombia del mañana. Procesos contra los tres, por el mismo camino repugnante. Hoy, Oscar Iván y Luis Alfonso están absueltos, pero sobre David no dicen nada
No les basta. Lanza en ristre contra los ministros de Uribe, para escarmiento de los que quieren una Colombia justa, progresista, limpia. Así caen Sabas Pretelt por una Notaría, sí, por una Notaría sobre cuya ilegalidad nunca hubo pruebas; Diego Palacio, pulcro y eficaz Ministro donde los hubo, por el supuesto trámite de la gerencia de un hospital perdido nadie sabe dónde, y nadie supo para quién ni por qué; y Alberto Velásquez, Secretario General de Uribe, condenado por unas llamadas telefónicas que debían ser para él y donde seguramente se habló de lo que la Corte pensaba que se habló. Y a la cárcel Jorge Noguera y María del Pilar Hurtado. Hay que castigar las chuzadas que nadie oyó y los crímenes que cometieron los de la izquierda. No se exagera en nada. En un país que se robaron entero Santos y sus áulicos, el problema estaba en una Notaría, un hospital perdido en la nada y unas llamadas telefónicas que ni siquiera se probó para quién eran, ni quién las hacía, ni con que fin. Y en unas interceptaciones telefónicas que jamás se escucharon. Las interceptaciones delictivas contra Uribe, benditas sean.
El uribismo no podía tener candidatos a la presidencia. Era preciso extirparlos moralmente. Empezaron con Zuluaga, por un hacker que difícilmente escribía en un computador, y siguieron con Andrés Felipe Arias y Luis Alfredo Ramos. El juicio y la condena contra Arias son auto cabeza de proceso contra los que lo instruyeron y concluyeron y el de Ramos lleva años en la mesa de un Magistrado que no se atreve a dictar sentencia.
Era preciso hacer escarmiento contra los héroes de la Patria. Todo el que cumple su deber, todo el que lucha contra las mafias armadas, tiene que parecer un delincuente. Y vienen los procesos contra los generales Uscátegui y del Río, y contra Arias Cabrales y contra los coroneles Mejía y Plazas. ¿cuál de todos esos juicios más infame, más canalla?
Es en ese contexto diabólico, perverso, inicuo, en el que los “instructores” llegan contra Uribe. Y como hay que marginarlo de la política y encerrarlo y humillarlo y condenarlo a la picota pública, para que de él no quede rastro, lo declaran un peligro público, lo condenan sin oírlo y lo detienen sin una sombra de prueba en su contra, sin un motivo, sin razones ni apariencias de razones. No importa. Uribe tiene que parecer un criminal y todos los bandidos que combatió y derrotó, una víctimas.
Este proceso, como enseñaba Savigny, tiene que ser mirado dentro de su contexto histórico. Solo así podremos empezar a entenderlo. Nos parece que mal cálculo hicieron esta vez los togados que trafican la infamia y quieren entregar el país. Pero hay momentos culminantes de la Historia, en los que no se toleran más las injusticias. Y este nos parece uno de ellos.