Las grandes dificultades asoman sin previo aviso. Eso nos sucedió cuando apenas comenzaba este año que se avizoraba muy positivo en múltiples aspectos. Preparábamos la instalación de las sesiones ordinarias del congreso y el virus golpeó a las puertas de nuestro país. En cuestión de semanas se propagó, obligándonos a tomar medidas extremas que jamás imaginamos.
A pesar de todo, hemos podido salir adelante, soportando con grandeza nacional el inmenso desafío que la naturaleza ha puesto ante nosotros.
No desfallecimos. Aprendimos de manera rápida los procedimientos idóneos para contener la pandemia, entendimos que el distanciamiento social y las medidas de bioseguridad no son caprichos sino herramientas eficaces para protegernos y proteger a quienes nos rodean.
Cuando la sociedad esperaba una actitud de grandeza de parte de todos sus líderes políticos, con vergüenza tuvimos que registrar la actitud mezquina de la izquierda radical que desde el primer instante de la pandemia se concentró en obtener réditos políticos.
No podremos olvidar las imágenes de las manifestaciones ni de las jornadas de vandalismo convocadas, estimuladas y lideradas por el petrismo. Mientras los hospitales se llenaban de pacientes de COVID-19, quien se presenta a si mismo como jefe de la oposición concentró sus esfuerzos en promover la división e instigando el odio, a través de marchas que desembocaron en episodios violentos.
Una de las grandes pérdidas del uribismo, de Antioquia y de nuestro país, fue el fallecimiento de ese campeón de la política, Jaime Jaramillo Panesso, mi maestro, mi guía, pero sobre todo, mi amigo.
Su muerte, deja un inmenso vacío, pues sus consejos, siempre acertados, sus análisis siempre sensatos y ponderados, harán una inmensa falta. Paz en la tumba del admirado Jaime.
Son muchas las tareas que tenemos por hacer durante el año que viene. Desde el Congreso, seguiré firme en mi trabajo en la defensa de los derechos de los niños, insistiendo en la necesidad de que haya justicia contra quienes cometen delitos en su contra. No desfalleceré, reclamando sanciones ejemplarizantes a aquellos que planearon y ejecutaron el reclutamiento forzado de miles de menores de edad.
Desde siempre, he advertido que los terroristas que llenaron sus filas con niños y adolecentes, no pueden ser perdonados como efectivamente está sucediendo. Aquel, es un delito de lesa humanidad, que no prescribe y que, por su propia naturaleza, no puede ser cobijado con amnistías o indultos, tal y como acaece gracias a la generosidad de la JEP, tribunal que está al servicio de los victimarios mas no de las víctimas.
Cierro esta columna, la última de este año, deseándoles una feliz Navidad, recordándoles la importancia de mantener las medidas preventivas frente al Covid-19 e invitándolos a que todos nos valgamos de estas fechas para pedirle al niño Dios que nos colme de bendiciones y de fortaleza para seguir haciéndole frente a las inconvenientes que nos aquejan.
Que Dios nos tome de su mano en el 2021.