Era perentorio ponerle punto final a la “mermelada” que tanto daño le hizo a nuestra democracia. Como candidato presidencial, Duque prometió que acabaría con la dañina relación transaccional entre el Ejecutivo y el Congreso y cumplió con su promesa.
Aquello, trajo consecuencias, pues no fueron pocos los que, con lamentable actitud revanchista, resolvieron pasarle cuenta de cobro al gobierno nacional, entorpeciendo el desarrollo natural de los trámites legislativos.
No puedo negar que hay dificultades y que hay fallas en el gobierno, las cuales se ven reflejadas en los bajos niveles de aceptación. Pero aquellos números no pueden ni asustarnos ni deprimirnos, pues no debemos soslayar que las transiciones, como la que vive nuestro país, siempre generan altibajos.
Es perfectamente legítimo que la opinión pública sienta algo de frustración, pues esperaban que las cosas avanzaran a un paso más acelerado. Pero las grandes transformaciones, toman tiempo. En los Estados de Derecho, los resultados producto de los cambios estructurales, como el que se está implementando en el país se empiezan a percibir al cabo de algunos años.
Era importante implementar una cultura de legalidad. Veníamos de un escenario sumamente entristecedor. La Colombia de Santos, esa en la que el presupuesto nacional se puso al servicio de los intereses personalísimos del presidente de la República, debía ser superada y reemplazada por una en la que se volviera a mirar hacia el futuro, con la mirada puesta en el progreso, donde se retomara el sano y constructivo diálogo ciudadano y se estimularan iniciativas de emprendimiento, como motor de desarrollo.
No podemos tapar el sol con un dedo y decir que todo ha salido a pedir de boca. Claro que se han cometido errores, como en cualquier obra humana. Pero nuestro presidente, que es un hombre honesto, decente y abierto a las críticas, es consciente de que es necesaria la implementación de nuevas estrategias y el cambio de algunos ministros que no han observado un compromiso real con la agenda del gobierno.
No tengo dudas de que el año entrante, los colombianos empezaremos a ver los primeros resultados de la aplicación del plan de gobierno de Iván Duque y, con ello, empezará a aumentar el porcentaje de optimismo ciudadano.
Cierro esta columna, que es la última del año, ratificando mi eterna gratitud a todos los colombianos que han creído en nuestra agenda política, que nos han brindado su generoso respaldo y que continúan prestando su concurso en esta hermosa batalla democrática.
Elevo una oración al cielo, pidiéndole a Dios que nos colme de bendiciones y que su mano generosa no nos desampare en estos momentos en los que tanto necesitamos de Su salvadora protección.
Una feliz Navidad y mis mejores deseos para que 2020 sea un año venturoso para todos ustedes.