Por: Nicolás Pérez
Senador de la República
Tal como lo había anticipado hace tres semanas, el Presidente Trump salió victorioso del impeachment que se adelantó en su contra en el Congreso. Con una votación favorable de 52 a 48 y 53 a 47 el Senado decidió absolver al primer mandatario de los dos cargos que se le acusaban: abuso de poder y obstrucción del Congreso.
Esta decisión, cabe resaltar, no es un simple dato que se adicionará a los libros de historia, sino que acarrea una importante consecuencia política de cara a las elecciones Presidenciales y Congresionales de noviembre.
Como tal, para nadie es un secreto que Trump es una piedra en el zapato para la clase política tradicional americana. De hecho, una de sus principales banderas de campaña fue luchar contra el establecimiento de Washington, para lo cual agitaba a sus seguidores en los eventos con frases cortas y marcadas como ‘Drain the swamp’, ‘drenar el pantano’, haciendo referencia al remezón que iba a causar en los hilos de poder.
Por eso, desde que ganó las elecciones era previsible que los demócratas, en algún momento, buscaran el enjuiciamiento del Presidente. La pregunta era con base en qué hechos y cuándo. En un primer momento, este partido impulsó la tesis que Trump había logrado la victoria gracias a una presunta interferencia Rusa en las elecciones.
Sin embargo, después de casi dos años de extensas diligencias judiciales el caso se fue desvaneciendo y lo que se avecinó en un inicio como la fórmula mágica para derrocar al Presidente, terminó convertida en una efímera ilusión que no consiguió respaldo jurídico ni político, dado que, para entonces, los republicanos controlaban la mayoría de la Cámara y el Senado.
Acto seguido, a finales del 2019 los demócratas encontraron una nueva causa para, ahora sí, adelantar el impeachment contra el Presidente. Presuntamente, Trump habría condicionado la entrega de recursos a Ucrania a cambio que ese País le suministrara información acerca del ex Vicepresidente y ahora candidato demócrata Joe Biden. En otras palabras, un chantaje de connotación internacional con fines electorales.
La acusación generó un impacto mediático importante y, a diferencia de la supuesta interferencia Rusa, dio pie para que la Cámara de Representantes acusara formalmente al Presidente ante el Senado. En especial, porque los demócratas ya gozaban de mayoría en esa corporación. No obstante, lo que parecía la gran oportunidad del establishment para sacar a Trump de la Casa Blanca terminó convertida en un factor que contribuirá notablemente en su campaña de reelección.
En efecto, para que la acusación de los demócratas lograra derrocar al Presidente debía ser completamente incuestionable y soportada por un material probatorio que no dejara el más mínimo manto de dudas respecto de la culpabilidad del primer mandatario. Tal situación habría generado que la opinión pública condenara inexorablemente a Trump y los republicanos en el Senado no hubieran podido votar a favor del Jefe de Estado, dado que ello les costaría su relación con el electorado en las próximas elecciones.
Ello, sin embargo, no sucedió. La solidez del caso se fue resquebrajando a medida que el proceso se desarrolló y nunca llegaron las pruebas incuestionables que lograran cambiar el voto de los republicanos. El resultado: Trump quedó oficialmente absuelto de todo cargo en su contra.
Esta situación genera dos evidentes consecuencias. En primer lugar, Trump llega más que fortalecido a las elecciones presidenciales. Su discurso de ‘Make America Great Again’, ‘Hacer a América Grande de Nuevo’, no solo se consolidó por los éxitos económicos de su gestión que, entre otras cosas, logró la menor cifra de desempleo general en 49 años y la más baja de la historia de grupos minoritarios como los afros, latinos y asiáticos, sino porque la autoridad competente ya determinó que nunca actuó de manera incorrecta.
No será difícil venderlo electoralmente como el líder que, mientras era atacado con mentiras, le devolvió la confianza al País y ahora afronta una nueva cruzada para mantener la grandeza de lo construido, ‘Keep America Great’.
En segundo lugar, difícilmente los demócratas podrán adelantar otro impeachment. Después de 3 años y dos intentos fallidos ellos cargarán durante la campaña con el notorio reclamo del electorado de no saber perder y haber generado un impresionante desgaste institucional sin fundamento alguno. Confundieron la oposición con la obstrucción y privilegiaron su agenda particular por encima de los intereses del País.
En palabras coloquiales, los demócratas quemaron el cartucho más importante que tenían y, lo más seguro, es que sean derrotados en noviembre. Trump simplemente necesita repetir la votación de hace 4 años, mientras que los demócratas deben caminar cuesta arriba para recuperar la confianza de una ciudadanía que vio en sus actuaciones un desmedido afán de poder.