Por: Margarita Restrepo
Debo ser honesta respecto del eterno debate entre derecha e izquierda. Siempre he creído que esa esquematización es eminentemente reduccionista. Dice mucho, pero en el fondo no define nada. Prefiero entonces avocar ese asunto con la profundidad que amerita.
En los tiempos que corren, considero que el planteamiento debe realizarse con base en el análisis de hechos objetivos como son las libertades humanas, sociales, económicas y medioambientales, por mencionar solamente esos cuatro aspectos.
He desarrollado mi carrera política enarbolando las ideas del partido Centro Democrático, colectividad que recoge la doctrina trazada por el presidente Álvaro Uribe Vélez quien, en materia ideológica, es un liberal en el estricto sentido del término.
Creo, como él, en la función social del Estado donde la garantía esencial para el desarrollo pleno de los ciudadanos se logra a través de la seguridad. Un pueblo asediado por la violencia pierde su libertad y ve limitadas sus posibilidades de progreso. ¿Recuerdan la Colombia anterior a 2002, donde era imposible transitar por las carreteras y los grupos terroristas hacían de las suyas con plena libertad? No podemos olvidar nunca en nuestras vidas los miles de ciudadanos que fueron víctimas de secuestro y, cómo no, los niños que fueron esclavizados por esas estructuras armadas ilegales.
El accionar de los grupos delincuenciales destroza las bases del desarrollo, limitando el universo de posibilidades para el progreso de los pueblos.
Defiendo la iniciativa privada por ser ésta un imperativo para el crecimiento económico, para la generación de empleo y consecuentemente para la formación de riqueza.
Hemos enarbolado el discurso de la austeridad estatal. Los recursos oficiales son escasos, razón por la que debe propenderse por la optimización de los mismos, inclinando la balanza hacia los gastos de inversión en detrimento de los gastos para atender a una burocracia abultada y, por qué no señalarlo, paquidérmica.
El Estado no puede ser utilizado como una agencia generadora de empleo. Su función es otra: sentar las bases para que se garantice la libre empresa, se estimule el emprendimiento y se atraiga la inversión de nuevos capitales, tanto nacionales como foráneos. Esas son las ideas en las que creo y por las que he luchado y continuaré luchando en el Congreso de la República.
No podemos voltear la mirada frente a la arrolladora amenaza que sobrevuela sobre nuestra patria. Me refiero a la candidatura neocomunista de Gustavo Petro. Un eventual gobierno de ese individuo pondrá en grave riesgo nuestras libertades democráticas. Como dijo la semana pasada nuestro candidato presidencial Óscar Iván Zuluaga: nuestro objetivo es derrotar en las urnas a ese señor. Y lo haremos presentando ante nuestros compatriotas un programa de gobierno que atienda sus necesidades y fortalezca nuestro Estado de Derecho. Los colombianos le diremos NO al nocivo ‘Socialismo del Siglo XXI’.
En la vida social todo es perfectible y la democracia no es la excepción. La maduración de nuestra sociedad se ha visto reflejada en la ampliación de las oportunidades políticas a tal punto que el bipartidismo, que aparentemente era indestructible, hoy es cosa del pasado. Cada vez son más las voces que gozan de los espacios suficientes para expresarse.
Lo anterior no significa que quienes creemos en las ideas del presidente Uribe debamos guardar silencio cobarde frente a los abusos que se cometen contra los valores republicanos. No aceptamos ni aceptaremos la presencia de criminales de lesa humanidad en la vida democrática. Eso es lesivo. Aquellos que cometieron delitos atroces no tienen cabida en la vida pública. Su espacio no debe ser otro que el penitenciario.
El ejercicio de la autoridad no puede confundirse con autoritarismo. Las naciones son libres cuando se respeta y enaltece el imperio de la ley como presupuesto irrenunciable para el crecimiento del país en todos los aspectos. Nuestra obsesión es la de defender, rodear y enaltecer a nuestras gloriosas Fuerzas Militares y Policía.
Si defender estos postulados me convierten en una mujer de derecha, entonces orgullosamente debo aceptar que sí lo soy.