Por: Nicolás Pérez
Senador de la República
Sin lugar a dudas el impacto económico causado por el Covid-19 es demasiado grande. A pesar que el País venía de tener un crecimiento en febrero del 4.8% y de 4.1% en el consolidado general del primer bimestre, tendrá que afrontar una caída para este año que se estima entre el -1.5% y el -2% del PIB. El panorama no es nada sencillo.
Además, como la informalidad laboral en Colombia asciende al 47.9% era indispensable que el Gobierno pusiera en marcha, como efectivamente lo hizo, un conjunto de programas sociales que le permitieran a la población sin ingresos estables subsistir a lo largo de la cuarentena. Ante todo, no se podía permitir que el hambre causara más dificultades que el propio virus.
El problema, es que las dos circunstancias anteriores conllevan un esfuerzo presupuestal bastante grande. En términos concretos, el Ministerio de Hacienda proyecta una disminución en el recaudo tributario en el 2020 cercana a los $10 billones y para financiar la inversión social y económica en la crisis el Gobierno realizó créditos por $14.8 billones con el Fondo de Ahorro y Estabilización y el Fonpet.
En este contexto, ¿debemos subir los impuestos para equilibrar el nivel de gasto?
La respuesta es no. Eso sería el peor error de todos. Veamos: a pesar que tengan nombres diferentes, las finanzas del Estado se manejan bajo la misma lógica que las de una empresa. Por ejemplo, si una compañía quiere aumentar sus recursos las dos opciones principales que tiene a la mano son: 1) endeudarse con créditos o 2) pedirle a los accionistas una capitalización.
Exactamente lo mismo sucede con el Estado. Para financiar el gasto público, el Gobierno puede acudir a esos dos mecanismos: 1) endeudamiento interno o externo o 2) subir impuestos a los contribuyentes.
Siendo esto así, una de las preguntas más frecuentes en esta crisis es si debemos acudir al endeudamiento o a los impuestos para financiar el gasto del Gobierno. Algunos sectores, por ejemplo, han propuesto aumentar la carga tributaria de las empresas, la cual se disminuyó en la Ley de Crecimiento del año pasado para aumentar la inversión privada en el País.
Sin embargo, si hay un momento donde eso sería un suicidio es este. Como tal, salvo contadas excepciones, el grueso de las compañías hoy en día están paralizadas, sin importar si son grandes, medianas o pequeñas. Estas dos últimas, recordemos, crean el 80% de los trabajos del País y aportan el 35% del PIB. Sectores como el turismo, el transporte aéreo, los restaurantes y bares o el espectáculo están haciendo todo tipo de maromas para sobrevivir.
En efecto, las empresas están luchando como nunca antes para pagar arriendos, salarios, seguridad social e impuestos a pesar que no están teniendo ingresos. En otras palabras, están operando a pérdida. Por eso, el mayor error sería aumentar la carga impositiva. Eso implicaría un asfixia adicional para el sector privado que se traduciría en postergar la recuperación económica y sacrificar más empleos de los que ya de por sí están en riesgo.
Por eso, la alternativa a la que se debe acudir es al endeudamiento. Un primer paso en este camino fue el ajuste hecho esta semana a la meta de déficit fiscal para este año, la cual pasó del 2.2% al 4.9% del PIB. En castellano, esto significa que el Gobierno podrá gastar hasta $27 billones más durante el 2020.
Ahora bien, esta medida no implica un cheque en blanco para que la administración derroche recursos en burocracia innecesaria, por supuesto que no, sino una habilitación que permita financiar la inyección de recursos hecha al sistema de salud, las garantías creadas para proteger el empleo, los programas sociales, la caída en el precio el petróleo y la disminución en el recaudo tributario.
Si bien es verdad el ajuste en el déficit es importante, no significa que sea caótico para el País. Por ejemplo, en el 2009 ese indicador era del 4.6% y a lo largo de los últimos 10 años logramos disminuirlo al 2.4%. Si ya lo bajamos en el pasado seguramente lo haremos en el futuro. Lo importante, es que tomemos las acciones correctas para facilitar la recuperación de la economía y evitemos que el hambre se apodere de los hogares más vulnerables.