Nos perdonará el bueno de Max Nordau que utilicemos el título de su libro famoso para contar lo que pasa en Colombia, donde nos movemos sobre una inexpugnable alambrada de mentiras convencionales.
Para no ir lejos, acaba el Gobierno de admitir que la economía decrecerá este año más allá del menos cinco y medio por ciento. Todos lo sabíamos, sin género de duda, y el Ministro Carrasquilla insistía en repetir lo que sabía falso. Lenin decía que una mentira mil veces repetida se vuelve verdad. Pero con las cifras no juega ni Lenin. ¿Para qué le hacía el Ministro estos quites toreros a la verdad? Para nada. Ahora a enfrentar, a palo seco, el siete, ocho o nueve de caída del PIB.
Nos sigue engañando el Gobierno con las fumigaciones de los cultivos ilícitos. A cada rato repite, sin maldita convicción, que la cocaína es lo peor que le puede pasar a Colombia y que todo está listo para destruir los cultivos: los aviones, el glifosato, los pilotos, todo. Pero no fumiga porque la Corte de los Milagros, la Constitucional por si las dudas, no lo deja. Mentiras. No es capaz de reconocer que lo único que falta para la fumigación es un par de pantalones bien amarrados. ¿Qué se hicieron?
En Colombia no es posible hacer nada. Ni construir una carretera, ni un puente, ni explorar petróleo, ni desarrollar a derechas una mina. Es que siempre hace falta una consulta, generalmente diseñada para que se la proponga a los interesados en que no se construya el camino, ni se fumiguen los cultivos, ni aparezca la carretera. Mentiras. No falta la consulta sino, otra vez, Dios del cielo, unos buenos pantalones en su sitio.
Vamos a proteger el medio ambiente, tan alicaído y abandonado como anda el pobrecito. Y para eso hace falta el Tratado de Escazú, sin cuya ayuda no tendremos los instrumentos para defender la tierra, los ríos y el aire de los que contaminan. Mentiras. Escazú es un desastre anunciado, que se ha propuesto para que los mamertos de aquí y de allá hagan lo que les venga en gana por acá. Recomendamos a nuestros queridos lectores unas declaraciones históricas, contundentes, insuperables, que nos ofreciera para La Hora de la Verdad el doctor Rafael Nieto Navia. Escazú es otro embuste del Presidente Duque para justificar ineptitudes y abandonos.
La situación de la economía externa de Colombia es satisfactoria. Podemos dormir tranquilos porque las balanzas andan muy cuadradas y las disponibilidades de moneda fuerte absolutamente suficientes. Mentiras. Estamos haciendo mercado con plata prestada y el tamaño de la deuda externa es monstruoso. El año próximo no tendremos con qué comprar en el exterior la comida que no estamos produciendo por falta de tantas cosas, y tan sabidas.
La recuperación de la economía es fantástica y pronto tendremos desempleo de un solo dígito. Mentiras. El desempleo anda por las nubes y el empleo informal está más arriba, en la estratosfera. Eso significa, dicho en pocas palabras, que muchos colombianos no tienen con qué comer. Nadie quiere recordar cuántas han sido las familias que hasta hace poco comían tres veces al día y que hoy solamente comen dos veces. Y las que comían dos veces y hoy solamente comen una. Eso es hambre y con hambre no puede haber paz, ni desarrollo, ni bienestar para nadie. Lo que se diga en contra de este aserto no es más que otra mentira convencional.
Tal vez se admita que la industria viene mal y que el mundo de los servicios hace agua de naufragio. Pero se reclama que el campo viene de maravilla. Mentiras. Nuestros campesinos son campeones que trabajan en condiciones tan adversas que el país está importando al año catorce millones de toneladas de alimentos. Una vergüenza que se quiere tapar con más mentiras.
La paz es una conquista maravillosa de los colombianos. Mentiras. A los colombianos nos robaron el NO con que rechazamos el acuerdo maldito de Santos con sus amigos y cómplices de las FARC. La Corte de los Milagros cambió ese NO por un SI tramposo, canalla, matrero. Y ahí están los resultados. Cuéntelos, lector querido, en asesinatos de líderes o no líderes, en desplazamientos campesinos, en atracos y robos y cuanto delito pueda cometerse contra la vida y el patrimonio de la gente. Colombia nunca estuvo más lejos de la seguridad o la paz.
Disponemos de una administración de justicia independiente, imparcial, seria, ilustrada y eficiente. Mentiras. Tenemos una justicia enferma, practicada a porrazos por politiqueros togados que pagan con sus prevaricatos el favor que recibieron al nombrarlos. Nunca fue la cúpula de la rama judicial más mediocre, más sometida a presiones e intereses, más ineficiente y tardía.
Hablemos con la verdad. Las mentiras nunca fueron camino para resolver conflictos y sanar heridas.