José Félix Lafaurie Rivera
@jflafaurie
Aunque se haya convertido en lugar común a fuerza de repetirlo como letanía sin consecuencias, es una verdad de a puño que, en una sociedad normal, la educación es el motor de movilidad social y, también, factor de cambio entre la eterna condición de país “en desarrollo” y la deseable de país “desarrollado”.
Ahora bien, la referencia a una “sociedad normal” se debe a que la nuestra no lo es, principalmente por la maldición del narcotráfico, que ha trastocado profundamente sus valores, lo cual, más allá de la acción de las autoridades contra el delito, no ha logrado ser neutralizado como y donde se debe: con la educación y en la escuela.
Llegamos entonces al tema de la educación: su cobertura, infraestructura y, sobre todo, su calidad, asuntos en los que, así falte mucho, es mucho lo que se ha avanzado, aunque pretenda negarlo Fecode, el sindicato que, literalmente, ha secuestrado la educación y, en su incapacidad para mirarse el ombligo, insiste en que la calidad es un problema presupuestal, dejando a un lado la altura moral y la solvencia profesional de “el maestro”, es decir, su propia importancia. En 2017, Hong Kong “invirtió” en educación el 3,3% del PIB y Japón el 3,6%, mientras Colombia, a juzgar por los pobres resultados en las pruebas PISA, “gastó” el 4,6%. No todo es dinero.
No es un secreto la orientación izquierdista de Fecode, su alineación política con Petro y, claro, su papel protagónico en el paro, pues Fecode no solo hace parte de la CUT con el 50% de sus afiliados, según se lee en su página oficial, sino que ejerce una influencia natural sobre el estudiantado. Es decir, Fecode es el principal instrumento de Petro para cumplir su amenaza de movilización permanente en un paro que, según el titular de un diario capitalino, “nadie logra explicar”.
¿Por qué marchan Fecode y los estudiantes, si ya obtuvieron con su propio paro un incremento histórico en el presupuesto para educación? Los más de 44 billones para 2020 no solucionarán todo, porque probablemente la deuda histórica no se podrá saldar en un año ni en un cuatrienio, pero esa decisión responsable del Gobierno es una señal de compromiso que, de hecho, marcó el final del paro estudiantil y de Fecode. Entonces, ¿por qué vuelven a marchar?, ¿por qué los insultos al presidente que les cumplió?, ¿por qué las arengas de “Fuera Duque”?
¿Por qué Fecode se pronuncia contra ¡el holding financiero!, la ley que garantiza sus propios recursos y once temas más que poco o nada tienen que ver con educación? ¿Por qué su presidente evade la respuesta de hasta cuándo las movilizaciones y evita comentar sobre los perjuicios a la economía y al ciudadano de a pie?
No le importa. Su consigna y su mandado es otro: desestabilizar; y ahora, para blindarse, se victimiza. Da grima; los educadores de Colombia ya no educan…, adoctrinan; apenas callan cuando Petro invita a los estudiantes de secundaria a abandonar las aulas y salir a marchar. ¡Irresponsable!
Los educadores, que evalúan a nuestros hijos pero no se dejan evaluar; primeros responsables de convertir la educación en círculo virtuoso para sus educandos y para la sociedad; los que deberían atajar en la escuela la degradación de los valores; los encargados de construir sociedad, han caído en el círculo vicioso de la agitación política y el odio de clases que la destruyen; están distraídos en la revuelta callejera, dizque pacífica, como si no fuera violento atacar el derecho a la movilización y al trabajo de sus compatriotas. En esas están.