José Félix Lafaurie Rivera
@jflafaurie
Los escuderos de Santos, sin embargo, muestran como acto de dignidad su silencio frente a las investigaciones por el ingreso de dineros de Odebrecht y Cemex a su campaña reeleccionista, mientras él acumula honores y lanza moderadas consignas, extrañas frente a la intolerancia de su gobierno, que señaló a medio país de “enemigo de la paz” y persiguió a sus opositores. ¡Sé por qué lo digo!
Su secretario de “Transparencia”, Cifuentes, hoy dedicado a cubrir con un manto de opacidad los intentos de investigar a “my president”, justifica el silencio del jefe afirmando que “hace bien en no descender al lodazal a donde lo quieren meter”, lodazal –le recordamos–, que Santos mismo rellenó con mermelada.
Su defensa recusó al parlamentario Ferro, del Centro Democrático, a cargo de la investigación en la Cámara, por su “odio evidente”, como si las diferencias políticas fueran sinónimo de enemistad personal. Lo que pretende es evitar el juicio o ser juzgado por sus amigos.
Los testimonios son abrumadores. Sanmiguel confesó que le consignaron 3.850 millones; que su empresa soportó con un contrato para una obra de la Ruta del Sol que no existió; y que su socio, Portilla, lo urgió para entregar el dinero, que era para la reelección de Santos.
Portilla creó una empresa en 2010 y la liquidó en 2014, después de recibir 18 contratos públicos e incumplir varios con Findeter, entidad que no lo demandó, gerenciada por un amigo de Roberto Prieto, quien por esa amistad recibió contratos de publicidad por 3.800 millones en el “gobierno de la transparencia”. Yo te doy, tú me das, todos nos damos.
El escandalo fue mayor con la “bomba Cemex”, por cuenta del señor Ramírez, vicepresidente de la empresa y testigo protegido en Estados Unidos.
En 2012, recién posesionado Vargas Lleras como ministro de Vivienda, Cemex decide meterse a constructor y logra contratos para 5.338 casas por 229.000 millones; que redondea en 2014, siendo ministro Luis Felipe Henao, con otras 4.930 por 200.000 millones.
Entonces, antes de la segunda vuelta, la empresa decide repartir ¡2.100 millones! entre los partidos de La U, Cambio Radical y el Liberal, de a 700 cada uno. ¡Oportuna generosidad! Cuando se destapa el entuerto, Henao afirma que “Las donaciones fueron por encima de la mesa”, acordes con la ley –puede ser–, y que desconocía cualquier “motivación política”. Ni él se lo cree. Yo te doy, tú me das…
Y mientras sus segundos limpian el camino, Santos calla y se viste de “líder mundial”, Nobel, honoris causa y defensor de la legalización -¡Umm!-, buscando esconderse en ese “prestigio”. Calla porque poco tiene que decir, y entre más calla, más otorga.
N.B. 1. Para colmo, Impregilo cuadró la caja de la reelección con 1.400 millones.
N.B. 2. Santos y los suyos logran relevo en la Comisión de Acusaciones para engavetar la investigación.