Mucho me temo que no hay un solo crimen atroz que no haya cometido la banda terrorista del ELN, organización que desde los años 80 del siglo pasado, por instrucciones del sanguinario Manuel El Cura Pérez, se ensañó contra el medio ambiente.
Voy a hacer un poco de historia. Esa guerrilla ha dicho que se opone a que empresas extranjeras participen en la exploración y producción de petróleo, gas y carbón, con el argumento manido de que las empresas extranjeras “se roban” las riquezas naturales.
Lo que es realmente escalofriante es que los terroristas, para justificar su oposición, se hayan dedicado a lo largo de las últimas cuatro décadas a volar indiscriminadamente los oleoductos del país, causando un daño irreparable al medio ambiente.
Pero no solo eso. Los colombianos no podemos olvidar la masacre ocurrida el 18 de octubre de 1998, cuando un comando terrorista del ELN dinamitó al “Oleoducto Central de Colombia” en el corregimiento de Machuca, municipio de Segovia (Antioquia).
La acción demencial, ocasionó un voraz incendio que acabó con la vida de 84 campesinos que habitaban en las inmediaciones del lugar donde ocurrieron los hechos.
Entre los muertos -por incineración-, había más de 25 menores de edad.
Los cabecillas del ELN, escondidos en Cuba, públicamente hablan de paz y en privado planifican y ordenan la comisión de acciones terroristas de todo tipo. Este año, se han documentado 23 voladuras de los oleoductos, causando un tremendo daño ambiental en los departamentos de Nariño, Norte de Santander, Arauca y Putumayo.
Las cifras son lapidarias. Desde el año 2000 hasta la fecha, de acuerdo con datos proveídos por la “Autoridad Nacional de Licencias Ambientales” -ANLA-, se han registrado 2100 ataques contra los oleoductos, la inmensa mayoría perpetrados por escuadrones antisociales de la banda terrorista, ELN.
En el gobierno de Santos, se llevaron a cabo 948 atentados, con los efectos negativos sobre la fauna y la flora.
En mi condición de presidenta de la comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Representantes, presenté una denuncia contra el denominado Comando Central -CoCe- del ELN por los delitos cometidos contra el medio ambiente, allegando cifras y evidencias de los actos de terrorismo que tienen un efecto directo contra el ecosistema.
Los seres humanos gozamos del derecho fundamental de vivir en un ambiente sano, donde se respete a la naturaleza. El ELN, en medio de su demencial obsesión por acabar con nuestro ecosistema, es responsable del más grande ecocidio de que haya noticia en el hemisferio occidental.
Mientras el mundo civilizado une esfuerzos para garantizar la protección de la Tierra, el ELN insiste en contaminar las fuentes hídricas a través de la voladura de oleoductos, acciones que van en contravía del Estatuto de Roma y, en consecuencia, son constitutivas de delitos de lesa humanidad que, por su naturaleza, no prescriben y, por supuesto, no pueden ser objeto de amnistía o indulto.
En nuestra férrea oposición a la impunidad, debemos incluir, por supuesto, los delitos contra el medio ambiente, pues los ecocidas tienen que ser castigados con toda la severidad.