Una de las mayores ofensas contra nuestra democracia, es la presencia de 10 miembros de las Farc en el Congreso, ocupando curules gratuitas, a pesar de que la mayoría de colombianos votamos en contra de esas prebendas que estaban contempladas en el acuerdo que fue hundido en el plebiscito de 2016.
Dos de esas curules en el Senado, le fueron entregadas a alias ‘Sandra’ y a alias ‘Victoria Sandino’, mujeres que se han valido de su nueva condición de parlamentarias para ofender y maltratar de manera sistemática a las millones de víctimas de la banda terrorista de las Farc.
Una de ellas, que se presenta como la viuda de quien fuera jefe máximo de la organización criminal y narcotraficante y que hoy ocupa la segunda vicepresidencia del Senado, ha dicho pública y repetidamente que no siente arrepentimiento de haber sido guerrillera -léase, terrorista- y que si “reencarnara”, volvería a serlo.
En esta columna, me he referido repetidamente a la repudiable actitud ‘negacionista’ de los principales cabecillas de las Farc que se han encargado de ocultar los crímenes atroces que durante décadas cometieron contra el pueblo colombiano.
El gobierno anterior, promovió el acuerdo con ese grupo ilegal, asegurando que la verdad, la reparación y la justicia eran principios irrenunciables y que, a través de la JEP, la sociedad su materialización.
Han pasado varios años desde la entrada en vigor de ese tribunal, sin que hayamos visto avances concretos en la investigación y juzgamiento de quienes fungieron como cabecillas de ese grupo.
Uno de los crímenes de mayor impacto -sin demeritar la gravedad de todos los delitos cometidos por las Farc- es el reclutamiento forzado de menores de edad, práctica que fue sistemática y generalizada en esa guerrilla desde comienzos de la década de los 80 del siglo pasado.
Tanto ‘Sandra’ como ‘Victoria Sandino’, que seguramente tienen consciencia de la gravedad e implacabilidad de las consecuencias de esa atrocidad, se han concentrado en trazar y poner en marcha una campaña de ocultamiento y negación del reclutamiento de menores. Para ello, han contado con el respaldo de amplios sectores de la izquierda radical y, lamentablemente, de algunos medios de comunicación que se han prestado para tender cortinas de humo y, no pocas veces, para maltratar y hasta ridiculizar a las valientes mujeres que de niñas fueron usadas como esclavas sexuales en los cambuches guerrilleros, y que se han atrevido a alzar su voz para exigir justicia.
En el debate que realizó el Senado en contra del ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo, la terrorista ‘Sandino’ rompió el récord del cinismo durante su intervención, al demandar la desvinculación de los menores de lo que ella llama “conflicto armado”. ¿Esa mujer haciendo esa exigencia? Es lamentable que una persona que ha negado a los miles de niños que las Farc sacaron de sus casas, que arrancaron violentamente del seno de sus hogares, tenga la desvergüenza de elevar ese reclamo.
En palabras suyas, ningún niño debe estar en la guerra, sino en las escuelas. Exactamente, así debe ser hoy y mañana, pero también debió serlo en el pasado. Y más de 3 mil niños que las Farc reclutaron, dejaron de estudiar y de gozar de sus respectivas familias, para convertirse contra su voluntad en miembros de una banda que les enseñó a violar la ley.
La desfachatez de las antiguas cabecillas del terrorismo, son la prueba absoluta y caminante de que el acuerdo ilegítimo con las Farc quedó mal hecho y que el pueblo colombiano, en su sabiduría, hizo muy bien al votar en contra del mismo. Lastimosamente, en aquel entonces, el país estaba en manos de un tramposo como Juan Manuel Santos, quien pisoteó la soberanía ciudadana desconociendo su voz y su voluntad.