Por: Remberto Burgos
En el recordado Instituto Neurológico de Colombia, quien miraba desde los cerros orientales como se apagaban las luces de la madrugada en Bogotá, existía una pregunta que inauguraba la página de la semiología neurológica de los estudiantes y residentes que rotaban allá. ¿Dónde está la lesión, en el cuerpo o en el alma? Así su fundador, profesor y amigo, Jaime Gomez-Gonzalez, recibía a los recién llegados.
Seguía el Maestro: ¿en el cuerpo o en la cabeza? En la cabeza respondía en público el asustado interrogado. Muy bien, ¿supra o infratentorial? Entendíamos que la cavidad craneana era un dúplex donde se acomodaba en el segundo piso los hemisferios cerebrales y en el primer piso el tallo cerebral, “el árbol de la vida”, inclinado suave sobre el cerebelo. Todos estos principios diagnósticos viajaron conmigo hacia la Universidad Javeriana donde mostrábamos el quehacer clínico, lógico, de los síntomas y signos de la enfermedad neurológica. Nos permitía comprender que existía una coherente articulación entre lo que encontrábamos en el paciente y la localización topográfica.
Descubrimos al paciente. Aquel que se estrellaba por los lados o tenia los guardafangos delanteros de su carro lastimados, probablemente era perdida de los campos visuales laterales y tenía una hemianopsia bitemporal, y la lesión estaba en el quiasma óptico, Así aprendimos a diagnosticar los tumores de la hipófisis y devolver la visión al enfermo después de la temprana cirugía. La propedéutica clínica basada en la singular pregunta del cuerpo o el alma.
Podemos tener dolor físico cuando nos quemamos o dolor en el alma cuando desde nuestro interior las experiencias negativas nos hacen llorar. El dolor físico con el tiempo va disminuyendo y llega un momento en que nuestros receptores se habitúan a él, conviven y luego desaparece. Pero el dolor emocional, el que parte del sufrimiento que arruga el corazón no se va. Reaparece en forma de paroxismos cuando vemos las imágenes que nos hicieron llorar. El dolor de muelas que nos hizo gimotear lo soluciona nuestro odontólogo. Pero, el dolor del alma deja unas heridas y unas cicatrices tan hondas que es muy fácil que las penas lo puedan abrir. Es el manantial de lágrimas de la tristeza.
Todo está en nuestro cerebro le digo a mis discípulos. Tanto el dolor físico como el dolor emocional. Hay una estructura sensible, el cíngulo anterior, donde llegan los recados del cuerpo y del alma. Allí se saludan la carga afectiva del dolor físico y del dolor del alma y nacen los mensajeros responsables que inician el camino del sufrimiento.
Cuando llevamos 5 semanas aturdidos con los exabruptos más paradójicos se pregunta uno: ¿dónde está la lesión de Colombia, en el cuerpo o en el alma? Necesitamos, por ejemplo, fuertes aminoácidos que lleven proteínas vigorosas que ayuden a formar firmes los nuevos ciudadanos para que su ADN no se tuerza.
Vemos, tristemente derramar la leche y aniquilar aves sin que entendamos la razón de este mal mayor: fomentar el hambre. Queremos igualdad de género y aceptación de la identidad, pero cuando nuestras niñas ya convertidas en jóvenes mujeres, hacen sus primeras excursiones son violentadas en su intimidad y violadas en las calles de la protesta social. El sexo llega grosero, en colchón de piedra y penetrante como el sonido de las balas. El dolor pélvico pasa, pero el ardor del manoseo rechazado la acompañara siempre. ¡Le quemaron la ternura!. Pedimos a gritos la educación y la oportunidad para entrar a la sociedad del conocimiento. Viene un megaproyecto de transformación educativa con la gratuidad en la puerta de entrada, Las juventudes universitarias mansas permiten que los muerdan vándalos y terroristas cuyo lenguaje fomenta la destrucción de la fuente de ingreso que aniquila su ejecución.: “la escuela del nadismo” es la catedra que impulsan los docentes. Estos y muchos más son los antónimos que aumentan la carga emocional negativa de la crueldad de los últimos días y que han dejado impreso el dolor del alma. Pero también, el del cuerpo se deposita en el alma; 7.5 millones colombianos en pobreza extrema y un paro deformado de 12 billones pesos en cenizas.
Todas estas vivencias me han provocado el dolor de país, el dolor del alma. Es el vértigo emocional de ver como el caos nos empuja al precipicio y vuelan en pedazos la legitimidad de la institucionalidad y la libertad que da la democracia. Ojalá el teléfono de emergencia de rescate, el nuevo contrato social, nos haga más sensibles, más humanos, mejores personas. Hay que gritar: ¡Basta ya! Iniciemos el sendero de la Colombia incluyente, tolerante y transparente: la bandera del liderazgo moral es la que debe estar clavada en el lugar mas visible de nuestro interior: el corazón de la patria.
El Instituto Neurológico nació de un sangrado. El hematoma subdural de Lleras Camargo y la bondad de Bertha Puga. Dejó sembrado en el país las mejores semillas de neurociencias y fértiles cerebros. Pero hay otros subdurales que siguen chorreando y han derramado los principios de dignidad de la persona humana.: su sangrado es dialéctica destructiva que impide construcción de nación.
¡Hoy …la tinta que escribe lleva dolor de patria, de alma!