No es un asunto de regionalismo, ni de soberbia. Las Empresas Públicas de Medellín son un ejemplo a nivel mundial de ese tipo de instituciones que, a pesar de su naturaleza oficial, es dirigida y operada con criterio privado.
La pulcritud en su administración, el buen criterio de quienes han sido designados en su junta directiva, han propiciado el éxito de las EPM, ahora en grave riesgo por cuenta de las absurdas y, porqué no, peligrosas decisiones que sobre ellas está adoptando el alcalde de la capital antioqueña, Daniel Quintero Calle.
En enero del año pasado, Guillermo Rendón fue designado como gerente de las empresas. Quintero Calle, equivocadamente, creyó podría manejar a su antojo a Rendón quien, al margen de las valoraciones políticas, es un hombre serio y profundamente riguroso cuando de tomar e implementar decisiones gerenciales se trata.
La molestia de Quintero Calle, quien convirtió a la junta de las EPM en un directorio político -le entregó uno de sus asientos a nadie menos que al polémico exsuperintendente santista, Pablo Felipe Robledo quien goza del apadrinamiento del expresidente Cesar Gaviria- se hizo evidente y puso sobre el tapete un hecho que genera angustia y preocupación: el interés desmedido del alcalde por politizar a esa compañía.
Las normas de gobierno corporativo establecen que el gerente tiene un periodo fijo de 4 años. Aquello, precisamente para blindar a la entidad de cualquier manipulación política.
Es supremamente preocupante que el alcalde Quintero esté intentando meter sus manos en la operación diaria de las EPM que, insisto, ha logrado su brillo, importancia y reconocimiento nacional e internacional gracias a la pulcritud en su administración y, sobre todo, las buenas prácticas de gobierno corporativo que rigen en su interior.
Como antioqueña, manifiesto mi extrema preocupación por lo que sucede en las EPM. Así mismo, seguiré evaluando con los parlamentarios del departamento la situación con el propósito de plantear la realización de un debate sobre el particular. En momentos de confusión es cuando más se necesita tener claridades y conocer la información suficiente de lo que está sucediendo.
Es cierto que el gerente de las EPM puede ser removido de su cargo antes de que se cumpla el periodo de 4 años para el que fue designado. Pero también es cierto que dicha remoción debe responder, como bien lo expresó el doctor Guillermo Rendón, a razones totalmente objetivas, como consecuencia de las evaluaciones que la junta directiva haga respecto de su gestión.
Y el gerente de las EPM fue forzado a renunciar, no porque su desempeño fuera inferior a los estándares de la empresa, sino porque él -Rendón- no se prestó para satisfacer los intereses políticos del alcalde de la ciudad.
Hizo bien el ahora exgerente. Obró con verticalidad y su salida, aunque preocupante, es una muestra de honor y de dignidad en la que puso en evidencia su condición de hombre que le ha prestado grandes servicios al país, como cuando participó, como constituyente, en la redacción de la Carta de 1991.
Es muy importante que las denuncias que ha hecho Guillermo Rendón no caigan al vacío. ¿Cómo así que el alcalde Daniel Quintero Calle está pasando sobre la autonomía empresarial, pretendiendo convertir a las EPM en una secretaría más de la alcaldía?
¿Cómo así que el alcalde esté pidiendo que altos funcionarios de las EPM sean despedidos porque no votaron por él en las elecciones de 2019?
¿Cómo así que el alcalde presionó para que su secretaria privada María Camila Villamizar fuera nombrada en la junta directiva de UNE?
La estabilidad y el futuro de las EPM están en grave, gravísimo riesgo. La junta directiva está cooptada por Quintero. Muchos de sus integrantes no son de nuestra región y, lo que es realmente delicado, parecen estar casados con los intereses particulares del alcalde y no con los de las emblemáticas Empresas Públicas de Medellín.