Por: Margarita Restrepo
A comienzos del siglo pasado, el senador republicano estadounidense Hiram Johnson pronunció una frase que se ha convertido de uso común: “Cuando empieza una guerra, la primera víctima es la verdad”.
Hace más de un mes, un grupo de vándalos y de criminales de peligrosa condición, siguiendo instrucciones precisas para desestabilizar al gobierno nacional y, por el mismo camino llevarse por delante a la democracia colombiana, le declaró la guerra al Estado Social de Derecho que rige en nuestro país.
Desde que comenzaron los bloqueos, acompañados de acciones terroristas en distintas ciudades, un grupo de políticos de la extrema izquierda, valiéndose de la inmediatez que permiten las redes sociales, empezaron a recrear una falsa realidad sobre lo que estaba empezando a suceder en Colombia.
La Fuerza Pública ha sido cruelmente agredida por unos criminales que, como se ha podido establecer, reciben jugosas sumas de dinero cuyo origen aún no se ha podido determinar. Además de los ataques contra su integridad, nuestros policías -muchos de ellos han perdido la vida- empezaron a ser mostrados como despiadados violadores de los Derechos Humanos. Un plan que fue ideado y puesto en marcha por Gustavo Bolívar.
Con algunos compañeros del Centro Democrático tomamos la decisión de viajar a los Estados Unidos con el fin de contar la verdad de lo que realmente está sucediendo en Colombia. Empezamos por decir las cosas tal y como son. Los episodios de violencia que se han visto, son el resultado de un discurso incendiario, cargado de mentiras y con el claro propósito de alterar los ánimos y producir una explosión social como la que hoy notamos.
Absolvamos este interrogante: ¿La policía viola los Derechos Humanos? Conocemos en detalle los protocolos que rigen cuerpos como el ESMAD. Sabemos de la rigurosa capacitación que en materia de Derechos Humanos reciben los integrantes de la policía durante su formación y durante el ejercicio de sus respectivas responsabilidades. Pero también hemos visto la manera como han sido atacados por parte de los delincuentes que llegaron a un nivel de sadismo extremo cuando intentaron incinerarlos en el interior de un CAI.
No desconocemos que hay casos de abuso policial. Somos los primeros en rechazarlos y en exigir que se indague, investigue y sancione de manera contundente a los responsables. Pero esas situaciones no significan que nuestros uniformados tengan como política y costumbre la vulneración de los derechos consagrados en la Constitución de 1991.
No perdamos el foco y en eso hacemos y seguiremos haciendo énfasis: el objetivo del socialismo del ‘Siglo XXI’ se llama Colombia. Nuestra democracia, a pesar de las amenazas y de los desafíos, ha estado en la mira de la extrema izquierda desde el mismo instante en que en América Latina empezó a inocularse el virus socialista. Mientras los países de la región fueron cayendo uno tras otro en las garras del modelo antidemocrático que despedazó a Venezuela, nosotros nos mantuvimos erguidos luchando por la libertad.
Los neocomunistas han sido múltiples veces notificados de que los colombianos no permitiremos que se apropien de nuestra libertad democrática. Los resultados electorales así lo han confirmado. Conscientes de esa dificultad real, han acudido a la violencia pensando que la sociedad se dejará intimidar fácilmente.
¡Cuánto se nota que no conocen del talante del pueblo colombiano! Que no olviden que como nación hemos podido enfrentar todo tipo de amenazas, de violencias, de agresiones y siempre hemos salido adelante. Y esta vez, donde la extrema izquierda ha montado un discurso falaz en el que la víctima ha sido la realidad, no será la excepción.
Colombia es digna y no se rinde ante el accionar despiadado de unos rufianes. Ese es el mensaje que hemos transmitido en Estados Unidos y que debemos repetir en todos los escenarios nacionales e internacionales posibles.