Por Enrique Cabrales Baquero
Representante a la Cámara
Partido Centro Democrático
@kikecabralesCD
Hablar de inseguridad ciudadana y la percepción del miedo de los colombianos, sobre todo en las principales ciudades, podría ser un tema recurrente, pero cuando este problema se agudiza y no vislumbra solución a la vista es claro que hay que prender las alarmas.
Los colombianos estamos cansados de las estadísticas. Algunas advierten que los homicidios bajaron, otras que subieron; que el hurto callejero sube y baja; que el robo a residencias tiene variaciones; que una cosa y que otra.
Lo que queremos escuchar los colombianos son las medidas que se van a tomar las variaciones, porque no podemos aceptar que cada individuo termine como una cifra más que sirve para ser detallada en coloridos cuadros, barras y tortas estadísticas, mientras que en la calle el hampa es el amo y señor.
Voy a enfocarme en el caso de Bogotá. Esta semana la personera Distrital, Carmen Teresa Castañeda Villamizar, prendió las alertas en la ciudad. Altos índices de delitos que impactan la convivencia ciudadana; disminución del número real de policías patrullando las calles; llegada de migrantes venezolanos y desplazados del conflicto, y la escasa acción y articulación entre el Distrito, fuerza pública y comunidad son los mayores problemas.
Este es el panorama que vive la ciudad –miremos estadísticas-. En Bogotá hubo un incremento del 51,2% en hurtos, entre enero y agosto van más de 80 mil casos, se dice que cada 5 minutos atracan a un ciudadano.
A septiembre, el hurto a residencias llegó a 7.480 casos, cuatro casas diarias; el robo de automotores va en 2.731 casos reportados; van 180 homicidios, casi que asesinan dos personas diarias; van 22.088 casos de violencia intrafamiliar, es decir 81 casos diarios.
A lo anterior se suma que la Policía Metropolitana reportó que a agosto de este año contaba con 17.225 uniformados, 1.062 policías menos que en noviembre de 2017, fecha en la cual se anunciaron 700 efectivos adicionales, es decir, menos pie de fuerza en una ciudad en manos del hampa.
Así, podríamos continuar con las estadísticas y no llegaríamos a nada.
Por eso, la delincuencia común se tiene que convertir en un foco de atención de los gobiernos nacional, departamental, municipal y distritales, porque no podemos decir que el problema es de percepción de inseguridad, es claro que no se trata de un simple sentimiento de que nos puede pasar algo, porque –sencillamente- está pasando y no es una sensación, es una realidad tangible que dista mucho de esos imaginarios de que todo marcha mejor.
Es necesario actuar con urgencia y perseguir al delincuente y que no se presenten casos como el del suboficial que, en defensa propia, asesinó a un miembro de una peligrosa banda delincuencial en momentos en que lo iba a atracar. Hoy enfrenta un proceso penal por homicidio.
Esta es la realidad de nuestras ciudades y por eso hay que tomar medidas y darle herramientas a la justicia para que los delincuentes comunes no terminen a las dos horas libres.
Por eso, no es exagerado decir que la inseguridad nos ‘robó’ hasta la tranquilidad.