Por: Fernando Londoño
 
Todo parece indicar que en un gran simposio delincuencial, la mayoría del  Congreso se propone elegir como Contralor a un tal “Pipe” Córdoba, que garantice impunidad plena y absoluta para los que se robaron a Colombia durante los últimos ocho desventurados años de su Historia.
 
Es de ver la disciplina con que todos los ratones han acudido para salvarse y salvar su ratoncillesca estirpe. La llamada la hizo Vargas Lleras, a cuyas toldas pertenece esta alimaña, para que nadie pregunte por lo que pasó con las carreteras, los puentes y caminos que dejó vueltos un desastre, ni quiénes fueron beneficiarios de sus casas gratuitas, ni lo que pasó por los lados de Saludcoop y Cafesalud.
 
Sonada la trompeta, acudieron todos los de su raza. Los que no quieren que se sepa nada de los cupos indicativos, que por acá llamamos la mermelada. Ni lo que ocurrió con cierta bonanza petrolera, de miles de millones de dólares que se fueron para no volver. Ni lo que ha pasado con las Regalías, premio de oro para sus validos gobernadores, por casualidad los patrones del gran Córdoba. Ni los contraticos de Fonsecón, ni los más grandecitos que se firmaban con los validos de Ñoño y de Musa desde la Financiera de Planeación Nacional.
 
Por supuesto que llenos de fervor patriótico llegaron los conservadores, los liberales y los de la U. No faltó nadie a la cita.
 
Todos a una, como en Fuenteovejuna, vinieron a respaldar a este Córdoba que hará palidecer al gran José María, el que se batió con gloria en Pichincha y Ayacucho. Pamplinas. Batallitas a mi, dirá este Pepín. Lo mío es mucho más glorioso y sonoro. Parodiando a Churchill, nunca tantos le debieron tanto a uno solo.
 
El pasillo se valsea, no obstante, porque tanta alegría puede terminar en desastre. Y es que el gran Córdoba, es decir el encubridor de ahora y no el héroe del Cundurcunca, está inhabilitado para ser Contralor. Y no solo moralmente. Inhabilitado de pleno derecho, como decimos los que todavía en el Derecho creemos.
 
Córdoba, la gran Celestina de ahora, es servidor público. Si señores. Trabaja, y con buen sueldo, cómo no, para la Federación de Departamentos, esos cuyos gobernadores tienen tantos intereses en esta Contraloría. Y sucede que esa es una entidad sujeta a las reglas de Derecho Público, como bien lo dijo el Consejo de Estado:
“En conclusión La Federación Nacional de Departamentos, entidad descentralizada indirecta del orden territorial, sí ejerce funciones públicas y en desarrollo de sus funciones estatutarias se rige en sus actos por las normas de derecho público…..”
 
Lo transcrito viene acompañado de dos sentencias más del Consejo, que el espacio no nos deja transcribir, pero que los votantes por Córdoba tienen tiempo de leer y releer antes de cometer el delito que se aprestan a consumar este lunes.
 
Que esa Federación ejerza funciones públicos, hace servidor o funcionario público al que cobra por servirla. Y ese, señores, es nuestro Pepín Córdoba.
 
Basta lo probado para demostrar que en derecho estricto, sin hablar de las pesadas razones de orden moral que militan para esta inhabilidad, Córdoba no puede ser Contralor, inhabilitado, o inelegible si gustan, a las voces del artículo 267 de la Constitución Nacional.
 
Quien a sabiendas vota por una persona inelegible, comete delito y con gravísima culpa infracción que amerita pena disciplinaria, con destitución incluida.
 
Quién sabe, entonces, si se nos haga completo el milagro y voten por Córdoba los que a sabiendas de que es funcionario o servidor público lo elijan para que les encubra el robo a Colombia. Todo el endeudamiento que le echaron encima. Toda la platica de la bonanza petrolera. Toda la que se esfumó de las regalías. La que se repartieron en cupos indicativos, en contratos con un solo proponente, en obras inconclusas o por empezar, puede recibir, por esta curiosa vía, el condigno castigo y la ejemplarizante reparación.
 
Córdoba tiene amigos y cómplices poderosos. Como el Fiscal Montealegre, el de la Tocarruncho, el de los contratos al Ministro Botero, el de la Universidad que se perdió, el de los cargos diplomáticos que se ingenió, el del Hacker y cosas parecidas. Como Maya Villazón, ¡cómo iba a faltar! El que compró equipos para chuzar sus enemigos con el dinero público; el que extorsionó casi todos los senadores para que votaran su reelección; el campeón de los nombramientos de familiares de sus electores; el del robo del parque de la Leyenda Vallenata; y ahora, el gran encubridor del robo que su amigo Córdoba se propone santificar. ¡No ven que es cosa de gobernar sin espejo retrovisor!
 
Adelante, siempre adelante, roedores infatigables. El futuro es vuestro. El pasado ya anda en sus gloriosos aparatos digestivos. Pero tengan cuidado. El Pabellón de La Picota para altos funcionarios anda muy congestionado.