Por: José Félix Lafaurie Rivera
El país está en “modo” Año Nuevo y las tradiciones nos invitan a quemar este año viejo ganadero, para así pasar la página de la inédita y absurda persecución gubernamental a un gremio de la producción, que Fedegán debió, literalmente, resistir durante el gobierno Santos.
Vamos a quemar, primero, los estigmas contra los ganaderos. No somos terratenientes ociosos ni paramilitares. Con las excepciones de ovejas negras, que las hay en todos los sectores, los ganaderos somos gente decente y trabajadora con presencia en todo el territorio rural. Vamos a quemar las narrativas incompletas sobre el uso de la tierra y, también, aquellas que pretenden culpar al consumo de carne como el principal causante del cambio climático a partir de falsas premisas.
Vamos a quemar la falta de política ganadera; el fracaso de la trazabilidad y la corrupción con las Guías Sanitarias de Movilización por parte del ICA; la afectación de la unidad gremial por cuenta de ministros malintencionados; la difamación contra Fedegán con acusaciones de malos manejos, que nunca pudieron probar porque nunca existieron; la liquidación del Fondo Nacional del Ganado y el desmonte de sus programas al servicio del ganadero, con excepción del de erradicación de la Fiebre Aftosa, cuyo manejo indolente le costó a la ganadería la pérdida de su mayor esfuerzo de modernización y su mayor logro en los últimos cincuenta años: el estatus de país libre con vacunación.
Aun así, la ganadería vive, empujada por 500.000 familias que produjeron 920 mil toneladas de carne y 7.300 millones de litros de leche, para alimentar a los colombianos principalmente y para exportar.
Durante 2018, se exportarán más de 122 millones de dólares en carne, con balanza comercial positiva superior a los 100 millones. No obstante, ese resultado se neutraliza por la difícil posición de nuestra leche en los TLC, que generó importaciones por más de 111 millones de dólares y una balanza negativa de 91millones.
Por eso, el apoyo a la producción lechera será el deseo de nuestra primera uva del 31. De ella dependen más de 340.000 ganaderos, la mayoría pequeños productores que, además, reciben un precio injusto, pues la industria formal apenas acopia menos de la mitad de la producción. La asociatividad de los pequeños, el procesamiento de “leche social” para estratos bajos, la disminución de costos y el ordenamiento de la cadena son un deseo ganadero y un reto de política pública.
En el primer trimestre la ganadería enfrentará la sequía de “El Niño” en las principales zonas productoras. El pasto desaparece, los suelos se cuartean y muchos animales mueren o pierden su capacidad productiva. La crisis lechera se acentuará, pues la industria, con la disculpa de la escasez, se estoqueará en el exterior y, cuando vuelvan las lluvias, bajará el precio y/o disminuirá el acopio. El ganadero, entonces, no solo enfrentará el costo de recuperar praderas y animales, sino que será castigado con menores precios. Por ello, una política que amortigüe las pérdidas y favorezca la recuperación posterior bien vale una uva de media noche.
Por supuesto que la recuperación del estatus sanitario es el gran deseo de la ganadería, garantizando la revacunación en las zonas de riesgo y adoptando las medidas de choque que sean necesarias, de la mano de un ICA que esperamos renovado.
Para Fedegán ya es un deseo cumplido que haya cesado la horrible noche de la persecución. Hacia delante, nuestro compromiso es ponernos a disposición del gobierno para construir, entre todos, el futuro de la ganadería y el campo colombiano.
Nota Bene. Prosperidad en 2019 para los colombianos.
@jflafaurie