Por: José Félix Lafaurie Rivera, 19 de Octubre 2018
A partir de 2013, el sacrificio de ganado presenta una disminución sostenida que, para 2017, con 3,4 millones de animales, arroja una diferencia de 727 mil cabezas menos frente a la cifra de 2013. No obstante, desde la orilla de la demanda, el consumo aparente se ha mantenido sobre los 20 kilos/habitante/año durante el mismo periodo.
¿De dónde salieron entonces los 727 mil animales que no se sacrificaron durante 2017, pero cuya carne sí se comieron los colombianos? La respuesta no es un secreto; la vemos en los noticieros: son los vehículos llenos de carne, encaletada y en descomposición, que atraviesan a diario la frontera con Venezuela; son los camiones de ganado que recorren las trochas y, una vez en Colombia, venden los animales a menosprecio al sacrificio clandestino.
Cúcuta es la mejor demostración de este delito que involucra a la red de distribución de carne, sin que las autoridades locales y el Invima parezcan darse por enterados. Su consumo diario demanda el sacrificio de 450 animales en promedio, pero el sacrificio formal es de apenas 50. ¿De dónde salen los otros 400? Pues de los 727 mil animales “fantasmas”. Y si multiplicamos, al año son 146.000 animales sacrificados clandestinamente para Cúcuta, equivalentes a más de 24.000 toneladas de carne y a un negocio de cerca de ¡$300 mil millones!
El resto de animales “fantasmas” –no se sacrifican pero su carne sí se consume– se irriga por la región Caribe y por todo el país, al abrigo del inoperante Sistema de Inspección, Vigilancia y Control del Invima.
Pero la amenaza es más grave, porque la realidad del contrabando, como todos los delitos, supera con creces los reportes oficiales. En días pasados, una autoridad con mando en la región me compartió el hallazgo de dos tractomulas con ganado de contrabando y Licencias Sanitarias de Movilización en regla expedidas por el ICA. Es decir, su destino no era la clandestinidad, sino la red formal de sacrificio y distribución de carne de la Costa Caribe.
Para ilustrar el tamaño del negocio ilícito, apenas los 727 mil animales fantasmas tienen un valor en el mercado de más de $1,2 billones. La utilidad del contrabandista que los vende a este lado de la frontera, es hoy del 178 %, pero crece todos los días al ritmo del descalabro monetario del vecino país.
No es difícil imaginar quiénes están detrás del negocio. En 2.219 km de frontera hay cerca de 250 trochas, en una región con fuerte presencia del ELN, además de Los Pelusos, Los Rastrojos, El Clan del Golfo y, claro, las disidencias de las Farc. Se han comprobado, además, nexos de estos grupos con integrantes de las fuerzas armadas venezolanas.
Es grave la afectación. El contrabando y el sacrificio clandestino impulsan a la baja el precio del ganado. Por cada $100 de reducción, la ganadería deja de recibir ¡$180 mil millones al año!, y en algunas regiones la caída supera los $500. Así las cosas, de no encontrarse una salida, a la estructural crisis lechera se le sumará la quiebra de los productores de carne.
No obstante, la mayor amenaza del contrabando es la pérdida del estatus de país libre de aftosa, en complicidad con la relajación en la vacunación y la corrupción del ICA con las Licencias de Movilización. Hablamos de un costo histórico de un billón de pesos en vacunación, que hemos puesto los ganaderos; hablamos del cierre de exportaciones; en fin, hablamos del futuro de nuestra ganadería.
Hacia delante, la alternativa es vacunar, vacunar y vacunar.
@jflafaurie