Por Enrique Cabrales Baquero
Representante a la Cámara por Bogotá
Partido Centro Democrático
@kikecabralesCD
Todo tiene su límite.
El degeneramiento de algunos sectores de la sociedad, que se han ensañado en contra de los niños, debiera despertar la indignación total del resto de colombianos buenos, que somos más, en contra de estos sujetos que se sienten muy valientes cometiendo cualquier tipo de vejámenes en contra de estos seres indefensos.
Duele en el alma ver diariamente los titulares de los principales medios de comunicación, que advierten sobre secuestros, asesinatos, violaciones, maltratos, abandono y demás aberraciones en contra de los niños, sin que nuestra sociedad ponga el grito en el cielo y condene enérgicamente estos comportamientos, si así se pueden llamar, de los desadaptados que, en muchos casos, se quieren hacer pasar como dementes.
Ya es hora que los colombianos de bien prendamos el chip del asombro y dejar de pensar que todo lo que ocurre en contra de nuestros niños es ‘normal’.
Ya no más, debería ser la consigna, porque todos nos lamentamos cuando conocemos de los casos de violencia en contra de nuestros niños, pero cuando las noticias entran en el sueño de los justos todos nos olvidamos de una realidad aberrante que puede estar al lado de nuestros hogares o, por qué no, en el mismo seno del núcleo familiar.
A nuestros niños hay que cuidarlos. La prevención es el principal remedio a este mal. Cero tolerancia a las miradas acosadoras o manos largas de ‘cariños’ o ‘meloserías’ con los niños.
Tampoco el abuso verbal, de acoso (en cualquiera de sus expresiones) de familiares, amigos, profesores o, incluso, compañeritos de colegio.
Menos las comunicaciones secretas en las redes sociales y los engaños con artimañas peligrosas que terminan por tentar a los niños y llevarlos por el camino de su fin trágico.
No faltará el que diga que todo lo anterior son exageraciones, pero si me preguntan, la confianza ha generado que muchos de nuestros niños ya no estén con nosotros y que terminen ultimados violentamente, no sin antes ser maltratados y abusados sexualmente para satisfacer los deseos de los monstruos.
No me quiero referir a las estadísticas, porque pueden ser odiosas, en la medida en que el dolor de una familia por la muerte de un pequeño nunca será un número más, pero sí quiero recordar que hay casos que nos marcan enormemente como el de Yuliana Samboní, una niña de escasos recursos que fue engañada por el depredador Rafael Uribe, quien utilizando artimañas, regalos y demás artimañas criminales terminó violándola y asesinándola de una forma escabrosa.
Igual situación sucedió con Génesis Rúa, quien terminó maltratada, violada, asesinada y calcinada por Adolfo Enrique Arrieta, un vecino suyo que dijo que tuvo un “momento de furia”.
El otro caso fue el de Cristo José, el niño secuestrado que, afortunadamente fue liberado por sus captores, luego de una semana de plagio. En este caso, lo que resulta irónico es que celebremos la liberación de un menor que jamás debió ser retenido a la fuerza, porque lo normal es que un niño a su edad lo único que se debe preocupar es por ser feliz.
Estos son apenas migajas de lo que es nuestra realidad y después del episodio de Yuliana, Génesis y Cristo José se siguen sumando más víctimas de niños asesinados, violados, de los que nadie tiene razón y que fueron reclutados por las Farc y otros grupos armados ilegales.
Seguimos pensando en ellos y vamos a rescatarlos.
Todo tiene su límite y a Colombia ya se le rebosó la copa. No más violencia contra los niños, hay que perseguir y judicializar a los responsables, que no deben tener beneficios penales de ningún tipo.
Con los niños no se metan.