A qué juega Ernesto Samper, expresidente y, en tal condición, excomandante de las Fuerzas Militares de Colombia, cuando afirma que en el ejército hay “soldados entrenados” para violar menores de edad. ¡Casi nada!
Es la acusación canalla y traidora de un presidente cuestionado por el ingreso de dineros ilícitos a su campaña, delito confesado por sus lugartenientes, Fernando Botero y Santiago Medina, aunque la investigación murió en el remedo de justicia de la Comisión de Acusaciones.
Después de la vergonzosa preclusión, que no fue demostración de inocencia, Samper no se retiró de la vida pública y aún se pavonea con su elefante a cuestas, dando entrevistas a medios complacientes, y hasta tiempo tuvo para ser “calanchín” del Socialismo Bolivariano como secretario de ¡Unasur!, la frustrada pretensión de una OEA con Cuba y sin Estados Unidos.
Allá pelechó con petrodólares venezolanos, conspiró contra las democracias con el Foro de Sao Paulo a sus espaldas, y calló frente al apoyo al narcoterrorismo de las Farc y el ELN, mientras defendía la “legalización”, algo “in” en expresidentes que fracasaron en la lucha contra las drogas o cedieron a sus intereses; y ahora reencarna en el “Grupo de Puebla”, que más parece un grupo de convictos.
A qué juegan su hermano y su sobrino, que hoy, camuflados de “chistosos”, se unen en cofradía a un tercer Daniel, artero escritor de libelos que se dice “periodista”, para atacar obsesivamente a Álvaro Uribe, al Centro Democrático, al presidente Duque y a las Fuerzas Militares.
A qué juegan con esa campaña de estigmatización de la Fuerza Pública, que nació en los noventa, cuando, tras el fracaso del Caguán, Pastrana le apuesta a la modernización militar y, luego, Uribe crea la Seguridad Democrática y enfrenta la violencia narcoterrorista; un proceso con dificultades pero exitoso, aunque terminó con otra traición y 200.000 hectáreas de coca.
Medio país la condenó y hoy defiende a nuestras Fuerzas Militares y de Policía, gracias a cuyo sacrificio Colombia volvió a ser viable, aunque ese esfuerzo se haya perdido y, por eso, las necesitamos fortalecidas y apoyadas para recuperar la seguridad como bien público y derecho ciudadano.
Hay que desenmascarar tan peligrosa manipulación de la opinión pública, que busca -a eso juegan- neutralizar la acción contra el narcotráfico y la ilegalidad, con el apoyo taimado del centro-santismo, preocupado en defender el Nobel y sus compromisos con las Farc; y con el interés explícito de afectar la reputación de las Fuerzas Militares para mantener una situación de “inestabilidad”, que erija al populismo socialista como solución redentora.
En las organizaciones humanas hay manzanas podridas; pero nuestra Fuerza Pública como un todo, es expresión de dignidad, pundonor y coraje, que han sido la salvación de la patria y lo seguirán siendo.
José Félix Lafaurie Rivera
@jflafaurie