Por: John Harold Suárez Vargas
Senador de la República
Según cifras reveladas por Migración Colombia, durante la pandemia del Covid-19, más de 1.825.000 migrantes venezolanos se radicaron en nuestro país a julio 21 del presente año, de estos han retornado a Venezuela alrededor de 90.000, que en su mayoría se dedicaban a trabajos informales y quedaron sin posibilidad de generar ingresos o recibir subsidios estatales.
Colombia ha recibido con gran generosidad a los hermanos venezolanos que migraron escapando del hambre, la falta de oportunidades laborales y la persecución sistemática impuesta por la narcodictadura chavista. El gobierno actual de Venezuela, con su disfraz de progresismo ha ocasionado gradualmente la destrucción del país que hace algunas décadas fuera reconocido como el más rico de Suramérica.
Con proyección a la llamada “post pandemia”, es importante pensar en las medidas que se tomarán en nuestras fronteras ante el posible retorno de los migrantes, pues se tiene estimado que cada uno de ellos podría regresar con tres personas más. No se trata de transmitir un mensaje que estimule la xenofobia, sino de alertar respecto a las condiciones económicas y sociales de nuestro país, pues estas ya no son las mismas que teníamos en febrero del presente año. La prioridad Estatal será la recuperación social y económica de la situación de los ciudadanos colombianos.
Aunque el modelo de Estado impuesto por la izquierda venezolana es un fracaso comprobado, ha sido hábilmente mimetizado por algunos sectores políticos que quieren llegar al poder para replicarlo en nuestro país, utilizando discursos cargados de sectarismo y promesas mesiánicas que incentivan a la lucha de clases, la anarquía y la desobediencia civil, mientras se autoproclaman estandartes de la moral y la ética. Para ellos, la justicia solo genera confianza cuando se investiga o condena a sus adversarios políticos, pero se victimizan con cualquier investigación preliminar de algún ente de control.
Como en cualquier otra nación democrática es normal contar con diferentes matices políticos, pero es incomprensible que no todos estemos unidos en torno al Gobierno frente al desafío de sobrevivir a la crisis ocasionada por la pandemia, y sacar al país adelante. Se requieren propuestas e iniciativas que permitan que la nación retorne a la ruta de crecimiento durante los próximos años. Es verdad que la crisis ha visibilizado múltiples problemas en todos los sectores productivos, pero entre todos debemos construir, dejando de lado los egos políticos, los intereses particulares y los afanes mediáticos.
De otro lado, reitero mi llamado a los entes territoriales a focalizar los recursos locales para la atención en salud, alimentación y reactivación económica de los pequeños empresarios. Muchos mandatarios parecen no comprender que estamos en medio de una crisis, y que esto ha cambiado nuestra realidad a todo nivel, demarcando el futuro a las nuevas generaciones. Ellos evaden su obligación social, ya que se escudan en las ayudas y recursos provenientes del Gobierno Nacional, cuando los decretos emitidos por la Presidencia de la República para esta emergencia, brindan las herramientas para atender las necesidades de sus comunidades. Muchas obras civiles en la situación actual no son prioritarias.
Finalmente, pienso que para muchos la pandemia ha sido la oportunidad de parar y hacer una reflexión, de reevaluar su comportamiento espiritual, social y familiar, valorando el don de la vida. Ha sido un aprendizaje sobre el cuidado hacia los demás y el autocuidado, y la humanidad se ha cuestionado por el daño ambiental y ecológico que le provoca al planeta tierra. Pero contrario a esto, existen quienes, en estos tiempos sacan a relucir la peor faceta de la condición humana, mi invitación es a que entremos todos en conciencia de estar unidos más que nunca en este difícil momento.